sábado, 18 de marzo de 2017

La Collalba negra


Esta primavera no quería dejar pasar la oportunidad de contemplar el despliegue del abanico blanquísimo de la cola de los machos encelados de las collalbas negras. 

Hace un tiempo, di con una población de collalba negra en los crestones cuarcíticos de una sierra del Valle de Alcudia. La collalba negra es una de esas aves a la que tenía ganas de echarle el ojo encima. Se lo conté a mi amigo, el naturalista extremeño Chema Traverso, y este me habló, con alabanza, del despliegue de la cola del macho, cuando la parada, con la que trata de impresionar a la hembra. En efecto, esta actitud es llamativa y característica, y no solo debe maravillar a las hembras, sino que asombra al ornitólogo. 

Bien sea en un posadero, una roca de la cumbrera del crestón o un enebro prominente, el macho de la collalba, negro como un tizón e inconfundible con la hembra más parduzca, canta enfebrecido mientras extiende, a cada momento, el inmaculado abanico semicircular que forman las rectrices de su cola, solamente rematadas de negro en la punta. 

En ocasiones y cuando más extendido tiene el abanico, la collalba agacha su cuerpo, y con un suave balanceo, parece realizar una reverencia que bien debe de valer su hembra. A veces también, emprende un corto vuelo con la cola extendida, cambiando la roca en la que está posada.


En las descripciones de internet la distribución que le atribuyen a la collalba negra está en general vinculada a áreas de Murcia, Alicante, Almería… en medios áridos y pedregosos que poco tienen que ver con las sierras extremeñas o castellano-manchegas que visito con frecuencia, Monfragüe, Puerto Peña, Montes de Toledo… y en donde, aunque se menciona su presencia, yo no había tenido la suerte de observarlas.  


Chema me contó también que, por alguna razón alimenticia, la collalba negra tiene su hábitat en zonas en donde hay cabras, las cuales o bien mueven a los insectos de los que se alimentan o bien es que los insectos proliferan allí en donde han estado las cabras. 

Lo cierto es que en donde yo he encontrado a las collalbas, hay una notable presencia de cabras que dejan sus excrementos por todos lados sobre las rocas. 


Ya puestos, me pregunto si la presencia de la collalba negra es de alguna manera incompatible con el roquero solitario, porque en los muchos sitios en donde he visto a este último no la he podido observar… y por el contrario, en donde he visto a las collalbas, no he observado al roquero… pero esta es solo una elucubración. 

Lo cierto es que, un pájaro del que no sabía donde ni como se podía observar, ahí donde se encuentra, es muy visible, vistoso y llamativo.

Bueno, pues ya he visto a la collalba negra… la he observado con satisfacción y hasta la he podido fotografiar… con la mediocre calidad de mi cámara, esto es lo que hay… y así hasta la próxima grata sorpresa que me depare una jornada en el campo, del que, la verdad, nunca vuelvo de vacío.

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